lunes, 25 de julio de 2011

diez días

10 días en un lugar alejado de todo, solo, durmiendo en la parte trasera de una furgoneta carcomida por el salitre y calentando café en un infiernillo tintineante, reventando a leche condensada y galletas hiperproteicas. Una linda estampa: un faro que se ve a lo lejos saluda mediante su parpadeo lumínico, el vigía de la atalaya conoce bien este juego de luces intermitentes que noche tras noche debe activar para prevenir a los pesqueros de altura que se acercan peligrosamente a la línea de tierra, cambiad el rumbo si deseáis preservar la vida. Si todavía no estáis tan perdidos de alcohol y de opio, si no estáis como muertos ahí dentro, si a bordo todavía queda alguien que no esté tan borracho como para adivinar esta luz que os envío desde tierra. No es la derrota que debéis tomar.

Este paisaje quimérico adornado por el faro plateado castigado por las olas y el viento y guardado por un extraño ermitaño que juzga a los que estamos muy por debajo suyo, otra perspectiva es posible desde allí arriba, y otra estampa: el mar de invierno proyectado en la luna frontal de la furgoneta y sintiendo el frío filtrándose por los resquicios de las puertas, con la amargura que invade al héroe al sentir en los pies la arena escarchada por la temperatura bajo cero y preparado para afrontar la primera pleamar. Lo malo, lo peor, es este gorro de goma que transforma al héroe en esperpento y del que no puede prescindir si desea mantener el calor corporal cuando no pueda evitar la espuma que se le viene encima. Nuestro héroe-esperpento observa como el tiempo resbala como las gotas de lluvia por sus dedos y se dice cosas como que hago yo aquí, recoge las cosas y vete rápido, escapa,  sal del agua y refúgiate al calor de una chimenea artificial, huye de este paisaje desolado, de este sinsentido. Todo cambia cuando comienza a abrir los caminos que intuía desde la orilla y observa las formas sinuosas de la alfombra que tiene debajo, una vez más esos pensamientos se licúan mezclándose con el agua salada y como vinieron se van, llevados por esa cinta transportadora que los lleva hacia el rompiente.


sábado, 11 de junio de 2011

Guía Portugal



Cuando entra buena la mar y en la barra de Ericeira rompen fuertes y sin recorrido es recomendable seguir la carretera comarcal hacia el norte y probar suerte en Praia do Ribamar, los días en los que la mar de fondo azota los acantilados el rompiente de Ribamar es la mejor opción, aquí hay bulla en el pico desde el amanecer y rompen finas y tan huecas que cabrían camiones dentro. Si además sopla del norte después de una noche de luna llena no dudarás en embutirte en el traje de neopreno y saltar al agua desde el espigón de piedra, pero tendrás que tener en cuenta que con períodos de menos de 6 segundos la remontada resultará penosa y superar las orilleras de la primera línea se convertirá en toda una odisea, tamaña empresa que habrás de afrontar para llegar al rompiente. Dudarás en si retroceder o seguir ciego hacia el objetivo, volverás la vista hacia atrás para ver el perfil costero, los pesqueros de altura amarrados en el puerto al abrigo de la marejada y los bloques de vivienda de la primera línea de la playa aparecerán cada vez más pequeños, insignificantes piezas de lego colocadas sin concierto al fondo del arenal. La última de la serie es la más canalla, la que te proyectará sin concesión hacia los arrecifes que quedan a flor de agua y la que te hará tragar arena y salitre, pobre héroe de goma herido e hinchado de agua salada. Pero pasada la serie vuelve la calma y ya solo queda esperar a la siguiente, remarla y evitar el labio cruel, que te lleve por dentro y pensar en no perder el equilibrio ahora, justo en este momento de incertidumbre, salir del tubo y ver la luz.


lunes, 23 de mayo de 2011

Artículo de opinión



Como cualquiera, como todo el mundo,
tengo cosas que decir sobre las acampadas en Sol, las elecciones del 22-M, los cuatromillonesnovecientosdiezmildoscientos
parados en España, etcétera.
Pero temo encontrarme con la retahíla de vaguedades de siempre,
tópicos inamovilbles,
el PSOE sufre las consecuencias de la crisis económica o crece la abstención,
montañas insalvables dirán unos.
se veía venir dirán los otros.
Miedo a encontrarme con mi mismo dentro de una semana y pensar en esto que escribí, datos incoherentes y frases sacadas del último telediario. Miedo a encontrarme con quien cree que son posibles las utopías que prometen las soflamas del político de barrio escupidas indiscriminadamente desde un escenario improvisado, rodeado de banderitas y eslóganes multicolor.
Miedo.
Miedo al líder enarbolando lápices afilados ante una multitud que levanta el puño al son de una batuta imaginada, una coreografía perfecta para estos momentos de euforia colectiva, todos opinan al mismo tiempo, cualquiera quiere dejar su granito de arena, servir a la causa y ser partícipe del triunfo histórico.
Triunfo histórico,
en mitad de la algarabía asomo la cabeza,
y me embebo en esa masa,
la mitad más uno significa victoria, aplasto al rival, me contagio de la euforia, alzo el puño, grito, ordeno, mando. Ya en la intimidad doy mi opinión infundada a mis camaradas, y me invento números y hazañas que nunca tuvieron lugar.
En fin,
soy un blando.






jueves, 19 de mayo de 2011

Olivia

por Sarah Gutiérrez

Toda una vida soñando con tenerla. Años y años anhelando un pasado, y ansiando vivir ya el futuro. Sin embargo nunca me di cuenta de la maravillosa hermosura del presente. He vivido toda mi vida buscando la felicidad, esa grandiosa felicidad de la que tanto hablan, a la que llegas para no salir jamás. Y hoy me he dado cuenta de que es inexistente. Yo puedo asegurar que he encontrado la felicidad y la he visto marcharse. Sus idas y venidas han sido un constante vaivén en el que por horas, por días, por minutos o por incluso segundos, puedo asegurar, que he sido plenamente feliz. Mi felicidad no ha estado en ese futuro ansiado por todos, sino en los pequeños pero grandiosos momentos que tan rápido como llegan se van. Su efímero paso por nuestra realidad es tangible, solo es cuestión de saber apreciarlo y saber entender que no hemos de luchar para que otro nos otorgue la felicidad, sino que está en nuestra propia naturaleza.
Hoy miro a mi marido y a mi maravilloso hijo y garantizo en ellos mi eterna felicidad. Ellos lo han sido todo para mí. Mi primer beso, mi primer amor, aquel hombre que me susurraba al oído y me hacía sentir amada… Mi niño, su primer llanto, su sonrisa, su desparpajo…
Llevo dos años luchando contra mi gran enemigo, mi propio cuerpo, que poco a poco ha ido ganándome la batalla. Me he aferrado a la vida con la mayor ancla jamás construida. He respirado el aire puro cuantos días he podido y sentido el mar acariciando mis pies cada mañana de esta interminable guerra. Hoy mismo aunque, con un despertar muy diferente he acudido a esa cita con la mar. Sin embargo sabía, que esa sería la última.
Estoy tumbada en la cama, me cuesta respirar. Cada aspiración es una contienda ganada. Sé que es el final, que hoy no dormiré más bajo el cobijo de mi hogar. Me pesan los párpados. Poco a poco siento como mi cuerpo se va entumeciendo, va dejándose llevar por la serenidad del definitivo adiós. Mis palabras pesan en el aire, y este en mí. Sin embargo un atisbo de felicidad deslumbra en mi mirada, siento lágrimas caer, pero no porque mi vida se acabe, sino porque lo hace a lo grande. Con mi marido y mi hijo a mi lado agarrándome la mano y dándome la fuerza suficiente para emprender un nuevo camino. Les miro a ambos con devoción, con admiración, orgullo y amor. Clavo mi mirada en ellos con una fuerza descomunal, beso a mi amado Héctor dándole en mano mis más sinceras palabras hacia él reflejadas en un papel. Agarro con todas mis fuerzas a mi dulce niño, mi queridísimo Adrián y le abrazo, susurrándole al oído con mi último suspiro, lo que el aire nunca podrá borrar de las líneas de un papel.

                     Mi niño lindo, mi pequeño gran soñador:
       Pirata y astronauta, inventor y conquistador de estrellas.
                               Mi gran pequeño hombre:
               Hermoso en su dulzura, espléndido en su estar.
                                      A mi amado Adrián:
                             Hoy y siempre estaré a tu lado
                    A cada paso que des estaré orgullosa de ti.
                                  TE QUIERO, precioso mío.

sábado, 7 de mayo de 2011

No tengas miedo


La última película de Montxo Armendáriz narra el trauma de Silvia durante su infancia, el inevitable paso a la adolescencia y su primera etapa adulta, la peli nos cuenta la manera que tiene el ser humano de enfrentarse ante sus demonios y como intenta buscar formas de escapar de su propia desesperación . Es una película bastante dura y que te deja el cuerpo un poco plof, es de esas películas que tras verla sales del cine con esa sensación de irrealidad y pensando en que lo que acabas de ver proyectado en la pantalla es más real que la vida y las personas que ves paseando delante tuyo. Salimos del cine con una sensación de vacío en el estómago y decimos que hay cosas que aunque sepamos que existen de verdad, aunque salgan de vez en cuando en las páginas de sucesos de los periódicos o en los telediarios, no queremos ver representadas en la oscuridad de una sala y que es mejor no saber o no mirar. Y es que desde fuera es fácil entender el miedo de Silvia, podemos intuir los fantasmas que la obligan a aniquilarse por dentro y contamos con los dedos de una mano los recursos de los que va apropiándose para combatirlos, nos encontramos ante un delirio solo apaciguado por el sonido producido por la suave vibración de las cuerdas de un violonchelo o por el de una máquina tragaperras en el momento en el que los tres limones enfilan una línea ganadora, la música y el juego como únicos antídotos eficaces.  Presenciamos el proceso que consiste en perfeccionar esa técnica de autodestrucción que la llevan al silencio y al juego compulsivo como única manera de supervivencia, porque nadie con 10 años puede saber que lo van a marcar de por vida con un hierro al rojo vivo y que va a verse instalado para siempre en un mundo de sombras y de dudas, no es fácil borrar esas marcas que dejan los hierros que se utilizan para marcar las reses y olvidarlas resulta entonces algo impensable. Cuando Silvia todavía carecía de uso de razón tampoco imaginaba que alguien iba a inocularle una dosis de miedo que comenzaría siendo del tamaño de una lenteja y que poco a poco iría adquiriendo proporciones devastadoras, poblando su cabeza de sombras y alejándola violentamente de la aparente normalidad con la que se comporta la gente que la rodea.

La película también deja cabos sueltos que el espectador o los manuales de psicología deberán recoger y atar, pero lo que es seguro es la presencia de una tenue luz al final del fundido en negro.


domingo, 24 de abril de 2011

Viajar

Es bueno viajar, es bueno viajar y perder países, perderlos todos, perder tu propio país, perder hasta tu propia identidad, o como mínimo volverse menos neurótico y aceptar el hecho de que la vida es siempre mestizaje.

E.Vila-Matas (Barcelona,1948)

viernes, 15 de abril de 2011

Por mi y por todos mis compañeros


Desde la terraza de casa se ve un parque infantil de esos que tienen el suelo acolchado, hay unos columpios y un estanque con peces anaranjados y grises. Durante las tardes frías de invierno el parque aparece casi siempre vacío, solamente algunos días se puede ver deambulando a un grupo de rumanos atentos a los contenedores de basura que hay por la zona, aguardando el momento de hacerse con algún objeto de valor que cualquier vecino ha considerado inútil o innecesario. Pero durante las últimas semanas, a medida que el sol ha empezado a calentar y se han alargado los días, el parque se ha ido poblando de niños y chavales que acuden a merendar y a jugar a lo que en este momento esté de moda, a correr de un lado para otro o matar la tarde hasta que llegue la hora de la cena. A veces sus voces se filtran y resuenan en el interior del salón, salgo a la terraza y los miro envidiando la despreocupación con la que corren detrás de una pelota o se persiguen unos a otros sin que parezcan pensar en nada más, libres de preocupaciones y de dolores, ajenos a cualquier tipo de responsabilidad y desarmados de prejuicios y de tópicos, sus cabezas no están todavía invadidas por las sombras del miedo y no se preguntan sobre qué cuestiones deberían de preocuparles, simplemente se dejan llevar lenta pero decididamente, en ellos todo fluye sin demasiado esfuerzo. Es como decir que escapan de cualquier tipo de impostura y se limitan a vivir el presente sin esconderse detrás de corazas protectoras, desbordando energía que ahoga a quienes los observamos desde esta lejanía física y temporal, con esa especie de sentimiento de no retorno y de que cualquier tiempo pasado fue mejor, o tal vez solo fue pasado y nada más. Pero consigo retrotraerme hasta esa edad en la que todo adquiría un sentido transcendental y en el que nada era predecible, cualquier reto se convertía en peligrosamente real y apetecible y un encuentro, acto o frase producía en nosotros un cambio insignificante e inmenso. No existía o no creíamos en el futuro y lo único que nos hacía llorar era la alegría o la rabia, nos limitábamos a mirar a nuestros héroes creyéndoles inaccesibles y a gravitar por esa espiral que nos dirigía hacia la adolescencia, otros mundos nos esperaban y no éramos conscientes de ello, simplemente creíamos tener derecho a buscar la utopía pero no hacíamos nada por encaminarnos hacia ella, nos dejábamos llevar sin gobierno a la manera de quien deja su bote a la suerte de vientos y corrientes marinas a la espera de avistar cualquier falso paraíso.

sábado, 9 de abril de 2011

Sentirse bien

La principal necesidad del individuo es “estar bien”. No me refiero sólo a no pasar hambre o frío sino a algo cuya mejor definición sería “sentirse bien”. Uno se siente bien cuando experimenta una sensación de integridad en el sentido de “totalidad”. Yo me siento bien cuando me siento como uno, como un todo, “de una pieza”, sin fragmentar. En la vida cotidiana este sentimiento de sentirse uno e indivisible, o mejor dicho, no tan dividido al menos, se consigue al conjugar varios elementos como: “se quien soy, se cual es el lugar que debo ocupar y estoy en ese preciso lugar, sé lo que hago y por qué lo hago, sé como se hace”, y así. Para el individuo la única percepción válida de progreso es la de pasar de “sentirse mal” a “sentirse bien”. Individualmente este progreso es posible, pero sólo unas cuantas personas son capaces de vivir una vida individual, independientemente de las circunstancias sociales o incluso oponiéndose a ellas.

Sławomir Mrożek (Borzęcin, 1930)

martes, 29 de marzo de 2011

domingo, 27 de marzo de 2011

a las 2 son las 3

Una treta al tiempo. Una jugarreta para entrar en el horario de verano, el camino fácil: ha muerto el invierno. A las dos son las tres, el no-tiempo entre las dos y las tres de la madrugada: dormimos una hora menos, los bares cierran una hora antes, el objetivo es ahorrar energía, el cuerpo tarda en acostumbrarse, los tópicos de siempre. Las 2:10 a.m. no existe, no podrás quedar a las 2:30 ya que de lo contrario entrarás en un vacío temporal del que no podrás salir hasta el siguiente cambio horario invernal en el que a las tres son las dos, hasta ese día que dura 25 horas y decimos que el verano ha muerto, condenado a esperar en el mismo lugar durante 6 meses más.

la gran ola.


Li Chung Yoo mira desde la azotea toda ese agua colándose entre los edificios de la zona residencial en la que vive, el torrente de agua entrando violentamente por las calles y avenidas provocando caos y devastación y arrancando todo aquello que encuentra a su paso, despojando de vida a todo aquel que no ha podido refugiarse de la gran ola. Lo primero que sorprende a Li Chung Yoo es la lentitud con la que el agua supera las primeras líneas de playa, la gran masa líquida avanza en cámara lenta, con esa misma mansedumbre con la que avanzan los zombis detrás de sus víctimas, el agua entrando lentamente y arrastrándolo todo: árboles, farolas, autobuses y trozos difícilmente identificables a primera vista desde la altura de la azotea. Kioscos callejeros, coches y vagones de metro también sucumben a la fuerza descomunal del tsunami y chocan entre si en ese vaivén de caos acuático.  A Li Chung Yoo le gustan las olas grandes y sobretodo cabalgar sobre ellas, ha pasado muchas mañanas y tardes esperando la ola perfecta, aunque nunca imaginó que se trataría de eso. Cada mañana, nada más levantarse, sale al balcón para escuchar  el rumor del mar y sabe entonces si ese día se darán buenas condiciones para entrar en el agua con su tabla de seis pies, gracias a ese ruido vago del mar que le llega directo hasta sus oídos es capaz de afinar bastante bien las condiciones de olas y viento, esta misma mañana, antes de la llegada de la gran masa de agua, predominaba mar del noroeste de unos 2 metros, tal vez con rachas más grandes, pero no ha cogido la tabla entonces ya que hoy la punta de mar se daría por la tarde, varias horas después de la primera sacudida. Muchas mañanas y muchas tardes esperando esa ola perfecta, sentado en el extremo del malecón con la tabla preparada a su lado y contemplando ensimismado  el mar y la bruma proyectada en los acantilados, los borrachos que matan la jornada en el espigón entre partidas de póker, cañas de pescar y latas de cerveza lo miran y especulan sobre ese ensimismamiento que únicamente le producen el mar y el vacío. Ahora, desde esta azotea, observa que lo único que queda de este pequeño espigón no son más que pedruscos sueltos flotando sin gobierno en ese mar de basura, escombros y objetos imposibles de identificar, y ahora es consciente de que nunca volverá a ver el mar desde ese malecón, desde ese privilegiado resquicio de paraíso. Mucha gente ha tenido que aferrarse a la última esperanza de encontrar algo que flote en ese muladar: un pedrusco arrancado del malecón, un árbol o un coche podrían valer para tratar de salvar la vida .Se trata de toda esa gente que ha corrido hasta la calle al sentir el primer temblor de tierra y poco después se ha visto sorprendida por el tsunami. Li Chung Yoo conoce los protocolos de seguridad que le obligaron a aprender desde pequeño, y por eso no dudó en correr escaleras arriba en cuanto empezó a sentir ese cosquilleo característico en los pies, esa vibración que no es perceptible por el oído humano pero si por los perros y animales dotados de un sexto sentido para la percepción de ondas sísmicas. Sabía que la zona más segura de los edificios en estos casos son las azoteas, edificios todos provistos de sistemas de seguridad contra terremotos de gran intensidad, no en vano piensa que vive en el país mejor preparado contra los terremotos, ningún temblor de tierra puede derribar este edificio, eso le dijeron los anteriores dueños del piso el día en que lo compró. Desde pequeño ya en la escuela, imaginaban terremotos y representaban, entre alarmismo simulado, los diferentes modos de actuación ante una situación como esta: primero refugiarse bajo la mesa durante los primeros temblores de tierra para protegerse de la caída indiscriminada de objetos colgados en altura, después entre réplica y réplica, correr hacia un lugar situado en alto, la azotea o el tejado son las mejores opciones. Una vez allí, esperar a que el movimiento de tierra cese y en ese momento aguardar cuanto más tiempo mejor, hasta nuevo aviso por parte de las autoridades locales.  Ahora no sabe decirse cuando ha notado los primeros cosquilleos en los pies ni cuando ha empezado a alarmarse, pero mientras subía apresuradamente escaleras arriba ha empezado a ser consciente de que la ola gigante no tardaría en hacer acto de presencia; y así ha sido, nada más llegar a la azotea y dirigir su mirada hacia la playa ha visto como el mar desaparecía ante sus ojos, la cortina de agua retirándose hacia el horizonte calladamente para formar parte de un todo poderoso y destructivo. La playa vacía; en lugar de mar, arena y roca; en lugar de veleros navegando, anclados en la arena como a la espera de algo inevitable. Ya no identifica ni la playa ni esos mismos barcos, solamente una fotografía de desolación como sacada de un futuro apocalíptico que no se corresponde a esta época ni a este país, esa inclasificable negrura es lo que ha sustituido a lo que debía ser azul, los edificios escupen humo gris, algunos también negro, que se proyecta en el cielo que empieza a teñirse de ocaso. No ha pensado todavía en el paradero de su hermana pequeña Lui Yoo cuando escucha el sonido de los primeros helicópteros.

sábado, 5 de marzo de 2011

kill your idols



Leo que intentan apuñalar a Mourinho con un cuchillo o algo punzante y que uno de sus guardaespaldas se come la puñalada para protegerlo de la agresión, luego dice tan campante “si pasó alguna cosa yo no lo he visto. Me han dicho hace dos días que uno de los hombres de la seguridad tenía algo en su espalda en su zona lateral, que se lo habían hecho con alguna cosa cortante. No sé nada más, no quiero saber y no tengo miedo”. Que salao, lo intentan apuñalar y el tío ni se entera ni se preocupa por el estado de quien vela por su vida, y para rematar la jugada dice no tengo miedo. A veces vas a ver un partido y el entrenador de tu equipo la pifia al sacar algún jugador que no debía o al no dar las instrucciones correctas en el momento crítico del encuentro, y en ese momento piensas que tío más imbécil, si hasta yo lo haría mejor seguro y eso que no tengo estudios en la materia, vete a casa dices, pides a gritos su dimisión pero no se te ocurre acercarte tras el partido con un regalito punzante y dispuesto a hundírselo en su barriga, como mucho podrás esperar un rato a que los jugadores de la plantilla salgan recién aseados de los vestuarios y cuando lo hagan aprovechar a gritarle todos los improperios que consideres oportuno o incluso lanzarle unos huevos rellenos de huevo, pintura o algo peor. Hay demasiadas opciones antes que intentar pasar a cuchillo a tu ídolo, aunque parece que todavía hay gente que solamente cree en la solución final.

jueves, 10 de febrero de 2011

amoña.

Estas cosas llegan sin que uno se de cuenta de que van a llegar así tan de repente, no avisan y se quedan ahí discretamente y en ocasiones ni siquiera te enteras de que están ahí hasta que alguien te pregunta ¿que tienes ahí? ¿que es eso? tiene mala pinta; o peor aún, cuando el cuerpo dice ya basta y hasta aquí hemos llegado. Es extraño, los órganos importantes del cuerpo empiezan a fallar o dejan de funcionar sin motivo aparente, la precariedad del cuerpo se hace presente, palpable, es entonces cuando eres consciente de la fragilidad de la vida. El hígado o el riñón o el corazón se declaran en huelga y dejan de desempeñar su labor cotidiana, el riñón derecho dice no quiero regular la producción de orina, el riñón izquierdo dice yo tampoco, y lo deciden conjuntamente así de un día para otro sin que nada fuera de lugar haya ocurrido anteriormente, tu crees que todo estaba bien y no te das cuenta de que algo ha dejado de funcionar y entonces todo explota por dentro. Es como cuando a un reloj con una maquinaria perfectamente calibrada un buen día le falla uno de los engranajes cuya función es únicamente dar vueltas y vueltas, el engranaje se para y las manecillas marcan las 3 a las 7, todo irá mal a partir de ahí, nunca más te fiarás de ese reloj. A la amoña le ha pasado esto, sus riñones dejaron de funcionar hace unos días. Ese día llegó a casa con el pelo recién arreglado, era ya tarde para comer pero entró directamente en la cocina con el propósito de calentarse la comida precocinada que suele comprar en una tienda de por allí, fue en la cocina donde se desmayó de pronto, sus piernas y columna dejaron de servir de apoyo al cuerpo y se desplomó como suelen hacerlo quienes se desmayan repentinamente, imaginad un pelele cayendo. Pero a diferencia de un muñeco, ella se preparó para el impacto tensando el cuerpo al máximo de lo que permite la elasticidad de los tendones y los músculos, refugiándose en una posición imposible formando con la espalda un arco, con los pies y la cabeza apuntando hacia abajo, la barriga hacia arriba. Los técnicos de emergencias médicas la encontraron así con esa tensión metida en el cuerpo, los huesos y los tendones hicieron crac cuando doblaron sus piernas para sentarla en una silla especialmente diseñada para bajar personas por las escaleras de sextos pisos sin ascensor. Se despertó siendo consciente de la situación y de como dos desconocidos la bajaban en volandas sentada en esa silla mientras veía pasar ante sus ojos cada unos de los portales y escalones que durante tantos años ha subido y bajado a pie, vio todo esto entre lágrimas, vómitos y miedo, un viernes noche la vida desfilando ante sus ojos. Tardaron 20 minutos en bajarla a pulso. En algún momento entre el segundo y el primer piso volvió a perder la consciencia y no vio la ambulancia que esperaba aparcada delante del portal ni esa pequeña multitud de curiosos que se arremolinó por allí cerca. No recuerda el viaje hasta el hospital pero si los gritos desesperados de una mujer gorda ya en la sala de urgencias, había despertado para entonces y notaba el frío líquido transparente que la enfermera empezaba a inyectar en sus venas mientras la llevaban en la camilla hacia una habitación que tendría que compartir con dos personas más. Después vinieron la sed, las máquinas, los pinchazos en el brazo. La metían durante horas en esa máquina depuradora de sangre y en ese tiempo notaba como se le vaciaban las venas para después volver a llenarse con sangre recién depurada, pensaba en ese extraño circuito cerrado entre su cuerpo y la máquina que tenía en frente. Estas cosas son así, por un brazo te sacan glóbulos rojos enfermos y por la pierna te los vuelven a meter una vez regenerados, te conectan a una máquina que necesita de tu sangre para funcionar. Ahora los riñones vuelven a funcionar y regulan los líquidos casi normalmente para que la orina vuelva a ser expulsada en volumen y color habituales, pero una sombra se ha instalado para siempre en la amoña, una sombra de dudas e impedimentos que tendrá que domar y no dejar que se extienda hasta que todo lo abarque. Quien conozca a la amoña sabe que muy pronto la desesperanza dará paso al empeño, y entonces el camino ya estará hecho.
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