Cuando entra buena la mar y en la barra de Ericeira rompen fuertes y sin recorrido es recomendable seguir la carretera comarcal hacia el norte y probar suerte en Praia do Ribamar, los días en los que la mar de fondo azota los acantilados el rompiente de Ribamar es la mejor opción, aquí hay bulla en el pico desde el amanecer y rompen finas y tan huecas que cabrían camiones dentro. Si además sopla del norte después de una noche de luna llena no dudarás en embutirte en el traje de neopreno y saltar al agua desde el espigón de piedra, pero tendrás que tener en cuenta que con períodos de menos de 6 segundos la remontada resultará penosa y superar las orilleras de la primera línea se convertirá en toda una odisea, tamaña empresa que habrás de afrontar para llegar al rompiente. Dudarás en si retroceder o seguir ciego hacia el objetivo, volverás la vista hacia atrás para ver el perfil costero, los pesqueros de altura amarrados en el puerto al abrigo de la marejada y los bloques de vivienda de la primera línea de la playa aparecerán cada vez más pequeños, insignificantes piezas de lego colocadas sin concierto al fondo del arenal. La última de la serie es la más canalla, la que te proyectará sin concesión hacia los arrecifes que quedan a flor de agua y la que te hará tragar arena y salitre, pobre héroe de goma herido e hinchado de agua salada. Pero pasada la serie vuelve la calma y ya solo queda esperar a la siguiente, remarla y evitar el labio cruel, que te lleve por dentro y pensar en no perder el equilibrio ahora, justo en este momento de incertidumbre, salir del tubo y ver la luz.
sábado, 11 de junio de 2011
Guía Portugal
Cuando entra buena la mar y en la barra de Ericeira rompen fuertes y sin recorrido es recomendable seguir la carretera comarcal hacia el norte y probar suerte en Praia do Ribamar, los días en los que la mar de fondo azota los acantilados el rompiente de Ribamar es la mejor opción, aquí hay bulla en el pico desde el amanecer y rompen finas y tan huecas que cabrían camiones dentro. Si además sopla del norte después de una noche de luna llena no dudarás en embutirte en el traje de neopreno y saltar al agua desde el espigón de piedra, pero tendrás que tener en cuenta que con períodos de menos de 6 segundos la remontada resultará penosa y superar las orilleras de la primera línea se convertirá en toda una odisea, tamaña empresa que habrás de afrontar para llegar al rompiente. Dudarás en si retroceder o seguir ciego hacia el objetivo, volverás la vista hacia atrás para ver el perfil costero, los pesqueros de altura amarrados en el puerto al abrigo de la marejada y los bloques de vivienda de la primera línea de la playa aparecerán cada vez más pequeños, insignificantes piezas de lego colocadas sin concierto al fondo del arenal. La última de la serie es la más canalla, la que te proyectará sin concesión hacia los arrecifes que quedan a flor de agua y la que te hará tragar arena y salitre, pobre héroe de goma herido e hinchado de agua salada. Pero pasada la serie vuelve la calma y ya solo queda esperar a la siguiente, remarla y evitar el labio cruel, que te lleve por dentro y pensar en no perder el equilibrio ahora, justo en este momento de incertidumbre, salir del tubo y ver la luz.