10 días en un lugar alejado de todo, solo, durmiendo en la parte trasera de una furgoneta carcomida por el salitre y calentando café en un infiernillo tintineante, reventando a leche condensada y galletas hiperproteicas. Una linda estampa: un faro que se ve a lo lejos saluda mediante su parpadeo lumínico, el vigía de la atalaya conoce bien este juego de luces intermitentes que noche tras noche debe activar para prevenir a los pesqueros de altura que se acercan peligrosamente a la línea de tierra, cambiad el rumbo si deseáis preservar la vida. Si todavía no estáis tan perdidos de alcohol y de opio, si no estáis como muertos ahí dentro, si a bordo todavía queda alguien que no esté tan borracho como para adivinar esta luz que os envío desde tierra. No es la derrota que debéis tomar.
Este paisaje quimérico adornado por el faro plateado castigado por las olas y el viento y guardado por un extraño ermitaño que juzga a los que estamos muy por debajo suyo, otra perspectiva es posible desde allí arriba, y otra estampa: el mar de invierno proyectado en la luna frontal de la furgoneta y sintiendo el frío filtrándose por los resquicios de las puertas, con la amargura que invade al héroe al sentir en los pies la arena escarchada por la temperatura bajo cero y preparado para afrontar la primera pleamar. Lo malo, lo peor, es este gorro de goma que transforma al héroe en esperpento y del que no puede prescindir si desea mantener el calor corporal cuando no pueda evitar la espuma que se le viene encima. Nuestro héroe-esperpento observa como el tiempo resbala como las gotas de lluvia por sus dedos y se dice cosas como que hago yo aquí, recoge las cosas y vete rápido, escapa, sal del agua y refúgiate al calor de una chimenea artificial, huye de este paisaje desolado, de este sinsentido. Todo cambia cuando comienza a abrir los caminos que intuía desde la orilla y observa las formas sinuosas de la alfombra que tiene debajo, una vez más esos pensamientos se licúan mezclándose con el agua salada y como vinieron se van, llevados por esa cinta transportadora que los lleva hacia el rompiente.