lunes, 23 de mayo de 2011

Artículo de opinión



Como cualquiera, como todo el mundo,
tengo cosas que decir sobre las acampadas en Sol, las elecciones del 22-M, los cuatromillonesnovecientosdiezmildoscientos
parados en España, etcétera.
Pero temo encontrarme con la retahíla de vaguedades de siempre,
tópicos inamovilbles,
el PSOE sufre las consecuencias de la crisis económica o crece la abstención,
montañas insalvables dirán unos.
se veía venir dirán los otros.
Miedo a encontrarme con mi mismo dentro de una semana y pensar en esto que escribí, datos incoherentes y frases sacadas del último telediario. Miedo a encontrarme con quien cree que son posibles las utopías que prometen las soflamas del político de barrio escupidas indiscriminadamente desde un escenario improvisado, rodeado de banderitas y eslóganes multicolor.
Miedo.
Miedo al líder enarbolando lápices afilados ante una multitud que levanta el puño al son de una batuta imaginada, una coreografía perfecta para estos momentos de euforia colectiva, todos opinan al mismo tiempo, cualquiera quiere dejar su granito de arena, servir a la causa y ser partícipe del triunfo histórico.
Triunfo histórico,
en mitad de la algarabía asomo la cabeza,
y me embebo en esa masa,
la mitad más uno significa victoria, aplasto al rival, me contagio de la euforia, alzo el puño, grito, ordeno, mando. Ya en la intimidad doy mi opinión infundada a mis camaradas, y me invento números y hazañas que nunca tuvieron lugar.
En fin,
soy un blando.






jueves, 19 de mayo de 2011

Olivia

por Sarah Gutiérrez

Toda una vida soñando con tenerla. Años y años anhelando un pasado, y ansiando vivir ya el futuro. Sin embargo nunca me di cuenta de la maravillosa hermosura del presente. He vivido toda mi vida buscando la felicidad, esa grandiosa felicidad de la que tanto hablan, a la que llegas para no salir jamás. Y hoy me he dado cuenta de que es inexistente. Yo puedo asegurar que he encontrado la felicidad y la he visto marcharse. Sus idas y venidas han sido un constante vaivén en el que por horas, por días, por minutos o por incluso segundos, puedo asegurar, que he sido plenamente feliz. Mi felicidad no ha estado en ese futuro ansiado por todos, sino en los pequeños pero grandiosos momentos que tan rápido como llegan se van. Su efímero paso por nuestra realidad es tangible, solo es cuestión de saber apreciarlo y saber entender que no hemos de luchar para que otro nos otorgue la felicidad, sino que está en nuestra propia naturaleza.
Hoy miro a mi marido y a mi maravilloso hijo y garantizo en ellos mi eterna felicidad. Ellos lo han sido todo para mí. Mi primer beso, mi primer amor, aquel hombre que me susurraba al oído y me hacía sentir amada… Mi niño, su primer llanto, su sonrisa, su desparpajo…
Llevo dos años luchando contra mi gran enemigo, mi propio cuerpo, que poco a poco ha ido ganándome la batalla. Me he aferrado a la vida con la mayor ancla jamás construida. He respirado el aire puro cuantos días he podido y sentido el mar acariciando mis pies cada mañana de esta interminable guerra. Hoy mismo aunque, con un despertar muy diferente he acudido a esa cita con la mar. Sin embargo sabía, que esa sería la última.
Estoy tumbada en la cama, me cuesta respirar. Cada aspiración es una contienda ganada. Sé que es el final, que hoy no dormiré más bajo el cobijo de mi hogar. Me pesan los párpados. Poco a poco siento como mi cuerpo se va entumeciendo, va dejándose llevar por la serenidad del definitivo adiós. Mis palabras pesan en el aire, y este en mí. Sin embargo un atisbo de felicidad deslumbra en mi mirada, siento lágrimas caer, pero no porque mi vida se acabe, sino porque lo hace a lo grande. Con mi marido y mi hijo a mi lado agarrándome la mano y dándome la fuerza suficiente para emprender un nuevo camino. Les miro a ambos con devoción, con admiración, orgullo y amor. Clavo mi mirada en ellos con una fuerza descomunal, beso a mi amado Héctor dándole en mano mis más sinceras palabras hacia él reflejadas en un papel. Agarro con todas mis fuerzas a mi dulce niño, mi queridísimo Adrián y le abrazo, susurrándole al oído con mi último suspiro, lo que el aire nunca podrá borrar de las líneas de un papel.

                     Mi niño lindo, mi pequeño gran soñador:
       Pirata y astronauta, inventor y conquistador de estrellas.
                               Mi gran pequeño hombre:
               Hermoso en su dulzura, espléndido en su estar.
                                      A mi amado Adrián:
                             Hoy y siempre estaré a tu lado
                    A cada paso que des estaré orgullosa de ti.
                                  TE QUIERO, precioso mío.

sábado, 7 de mayo de 2011

No tengas miedo


La última película de Montxo Armendáriz narra el trauma de Silvia durante su infancia, el inevitable paso a la adolescencia y su primera etapa adulta, la peli nos cuenta la manera que tiene el ser humano de enfrentarse ante sus demonios y como intenta buscar formas de escapar de su propia desesperación . Es una película bastante dura y que te deja el cuerpo un poco plof, es de esas películas que tras verla sales del cine con esa sensación de irrealidad y pensando en que lo que acabas de ver proyectado en la pantalla es más real que la vida y las personas que ves paseando delante tuyo. Salimos del cine con una sensación de vacío en el estómago y decimos que hay cosas que aunque sepamos que existen de verdad, aunque salgan de vez en cuando en las páginas de sucesos de los periódicos o en los telediarios, no queremos ver representadas en la oscuridad de una sala y que es mejor no saber o no mirar. Y es que desde fuera es fácil entender el miedo de Silvia, podemos intuir los fantasmas que la obligan a aniquilarse por dentro y contamos con los dedos de una mano los recursos de los que va apropiándose para combatirlos, nos encontramos ante un delirio solo apaciguado por el sonido producido por la suave vibración de las cuerdas de un violonchelo o por el de una máquina tragaperras en el momento en el que los tres limones enfilan una línea ganadora, la música y el juego como únicos antídotos eficaces.  Presenciamos el proceso que consiste en perfeccionar esa técnica de autodestrucción que la llevan al silencio y al juego compulsivo como única manera de supervivencia, porque nadie con 10 años puede saber que lo van a marcar de por vida con un hierro al rojo vivo y que va a verse instalado para siempre en un mundo de sombras y de dudas, no es fácil borrar esas marcas que dejan los hierros que se utilizan para marcar las reses y olvidarlas resulta entonces algo impensable. Cuando Silvia todavía carecía de uso de razón tampoco imaginaba que alguien iba a inocularle una dosis de miedo que comenzaría siendo del tamaño de una lenteja y que poco a poco iría adquiriendo proporciones devastadoras, poblando su cabeza de sombras y alejándola violentamente de la aparente normalidad con la que se comporta la gente que la rodea.

La película también deja cabos sueltos que el espectador o los manuales de psicología deberán recoger y atar, pero lo que es seguro es la presencia de una tenue luz al final del fundido en negro.


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